Platicando de viajes: Las Barrancas del Cobre, Parte II

Cuauhtémoc, dos países divididos por una avenida

De Chihuahua nos dirigimos a Creel por carretera y gracias a la buena atención de nuestro guía nos desviamos un poquito del camino para visitar Cuauhtémoc, el tercer municipio con más habitantes de Chihuahua, hogar de la comunidad menonita o de la mayor parte de ella al menos porque se han extendido dentro del Estado.

Desde la entrada a Cuauhtémoc nos saludan los huertos de manzanas (fruta que por cierto es de una excelente calidad, Cuauhtémoc se encuentra en la llamada “ruta de la manzana”, que comparte con los municipios de Casihuirachi, Carichí y Guerrero) y una notable diferencia entre la comunidad menonita y la mexicana a las cuales las divide sólo la avenida.

En la comunidad menonita se percibe el orden, la limpieza y la prosperidad (tienen muchos negocios y de diferente giro, un hotel reciente por ejemplo), sus casas son uniformes, de estilo americano con techos de dos aguas de colores neutros sin protectores en las ventanas y con jardines muy bien podados, algunas dentro del mismo terreno cuentan con graneros del mismo tipo de arquitectura que la casa y su maquinaria agrícola,  o bien, corrales con ganado vacuno cuya leche les permite fabricar los quesos tan sabrosos de la región del norte.

Incluso hasta los huertos de manzanas mostraban gran diferencia, los árboles más grandes en tamaño y fruto del lado menonita y menos del lado mexicano, donde el orden y la limpieza eran también lo opuesto, si hubiera frontera limítrofe, diría que una avenida separa a dos países, pero no, porque hay ya generaciones de menonitas que son mexicanos por nacimiento.

Visitamos una de las casas menonitas en donde pudimos constatar que viven de una forma sencilla, limpia y práctica, con las cosas necesarias únicamente, ahí mismo pudimos comprar mermeladas caseras con fruta natural de manzana y uva, así como probar su repostería, la cual disfrutamos en la camioneta para continuar nuestro viaje.

Basaseachi, el suicidio de una princesa.

Dentro de las formaciones rocosas llenas de pinos nos esperaba Basaseachi o Basaseachic, una caída natural de agua de 246 mts. de altura. Desde que llegamos nos recibió el imponente espectáculo del paisaje y su sereno silencio, roto ocasionalmente por el suave sonido del viento entre los árboles.

Hay 3 miradores para contemplar la cascada, los caminos se encuentran empedrados para facilitar la ruta a cada uno, en teoría, pues déjenme decirles que son muy sinuosos y demasiado inclinados, sobre todo para subirlos, la bajada como siempre no hay tanto problema, pero volver, chispas, se siente el golpe de la altura y lo rudo de la subida, en lo personal me encantaron, y no, no soy masoquista, pero si me agradó que conservaran las pendientes de la montaña sin formar rellenos de cemento en la misma para hacer escalones. Contemplar la cascada y su alrededor es el inicio de la magia de las Barrancas del Cobre.

De acuerdo a la leyenda, Basaseashi era una princesa, hija de Cardameña señor de la Alta Tarahumara, orgullo y adoración de su padre y dueña de una excepcional belleza, muchos nobles aspiraban a su mano, pero Cardameña, no quería perderla e impuso difíciles pruebas a los pretendientes de su hija.

Se cuenta que fueron cuatro los señores que pudieron superar las pruebas impuestas por Cardameña: Tónachi, Señor de las cimas; Pamachi, el de más allá de las barrancas; Areponápuchi, el de los verdes valles; y Carichí, el de las filigramas de la cara al viento.

Cardameña al ver que los obstáculos que impuso habían sido superados, lleno de celos, les exigió a los cuatro señores una última prueba en la que todos murieron, Basaseachi, desesperada, se arrojó al abismo. Para evitar que su hija muriera, Candameña utilizó sus poderes mágicos y la convirtió en una eterna caída de agua, que hoy se conoce como la Cascada de Basaseachi.

Profundamente entristecido, Candameña desapareció, pero los ancianos cuentan que su espíritu vaga por la barranca que lleva su nombre buscando la compañía de su hija amada.

Otra Leyenda le da a la historia un giro diferente pero con un final similar, se dice que la princesa Basaseachi se lanzó al precipicio para evitar unirse en matrimonio con un príncipe que había vencido a su verdadero amor.

Las leyendas tienen siempre algo de cierto y Basaseachi con su singular belleza fluyendo permanentemente, nos dejó una historia encantada para un lugar tan mágico.

En la tercera y final entrega, les contaré de Creel, el pueblo mágico y las Barrancas del Cobre, hogar de los Rarámuri.

Qué tengan un excelente inicio de semana y de mes!

Nos leemos pronto en otra plática de té y café J  

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